El candil da una luz difusa que danza en el viejo escenario,
tu silueta se dibuja entre las tenues sombras del telón,
y el chelo como un enamorado aferrado entre tus piernas,
suelta el llanto del gemido ahogado de un amor...
Las quejas del dolor se sostienen en esas notas graves,
pidiéndole al amor que no sea otro nuevo desengaño,
en un grito al destino junto al llanto de esas cuerdas,
mientras la brisa de la sala hace temblar las luces de las velas...
La noche no termina aún y en el aire perdura un tango de otra época,
despechada, llena de dolor como queriéndote cortar las venas,
el instrumento aulla llegando a los albores de la mañana,
y te arde tanto la garganta que casi ni te sale la voz...
El candil se apagó porque que se acabaron las velas,
y por la puerta entreabierta entra el aire fresco del amanecer,
la taza de café se ha enfriado y aún está llena,
pero el whisky ha destilado dentro de tu cuerpo el alcohol...
Las penas y el olvido te persiguen más aún en el silencio,
otra noche abandonada a tu suerte en el viejo bodegón,
y el señorito francés, refinado y petitero,
que te juro amor una noche pero ya nunca más volvió...
El chelo y el tango gritan a duo tu tristeza,
el alcohol y la vida te acercan a la soledad,
pero con un tango ladero siempre acompañando tus pasos,
te arreglas un poco el rimel y otra vez salís a cantar...
Eduardo Garrido
Buenos Aires
🇦🇷 Argentina 🇦🇷
© 2023 Derechos
Reservados Autor