En el círculo vicioso que alimentan las apariencias,
hay personas que se conocen dos veces, con dos caras y dos almas diferentes,
la primera vez nos deslumbran con su sonrisa de ángel y su mirada de cielo,
y nos llevan al éxtasis con su voz de seda y su tacto de terciopelo...
Parecen ser la reencarnación de la perfección y la esencia de la pureza,
casi un reflejo de la luz divina o un susurro de la brisa celestial,
te hacen creer que eres el único, el elegido,
que eres el dueño de su corazón y el unico rey de su alma...
Pero en la segunda vez la máscara se cae y la fachada se derrumba,
para sacar a la luz un monstruo, el verdadero demonio que llevan adentro,
la sonrisa se convierte en una mueca y la mirada en una amenaza,
la voz en un grito y el tacto en una mano levantada...
La perfección se desvanece y la pureza se contamina,
la luz divina se apaga y la brisa celestial se detiene,
y al fin te das cuenta de que fuiste engañado víctima de una ilusión,
que la persona que creíste conocer no era más que la farsa de una mentira...
Pero aún así no puedes evitar sentir esa atracción morbosa,
una fascinación por el demonio que se esconde detrás de la máscara,
una parte de ti se siente atraída por la oscuridad y la maldad,
por el poder y la intensidad que emana del monstruo que esconde...
Y así te quedas atrapado en un fatal ciclo de atracción y repulsión,
de fascinación y terror o tal vez de amor y odio,
no sabes si debes acercarte o alejarte o si debes amar u odiar,
pero sí sabes que no puedes dejar de sentir, pensar, ni vivir...
Eduardo Garrido
Buenos Aires
🇦🇷 Argentina 🇦🇷
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