Sentado a la mesa de un bar,
mirando por la ventana,
no ha dejado de llover,
y veo la gente que pasa...
Tome una servilleta,
y escribí tu nombre de mil maneras,
sentí que estabas ahí,
te vi sentada a mi mesa...
Y de pronto sentí,
un intenso escalofrío,
cuando el mozo se acerco,
y me trajo el enésimo café...
El frío de afuera,
se colo al abrirse la puerta,
cuando entro un chiquilín,
vendedor de flores y tarjetas...
Le compre una rosa,
como si allí estuvieras,
la puse frente a mi,
y sentí el vacío de tu ausencia...
El dolor me abrumó,
al recordar tantas cosas,
lo que hemos sido los dos,
y la soledad que hoy me dejas...
El cenicero se lleno,
y el café ya estaba frío,
comenzaba a amanecer,
afuera llovía y hacía tanto frío...
Me fui para el bulín,
con lágrimas en los ojos,
queriendo retener tu imagen,
y el sabor de tus besos en mis labios...
En nuestro nido de amor con tu rosa entre mis manos,
llore desconsoladamente,
porque aun no puedo comprender,
que te has ido para siempre...
Eduardo Garrido
Buenos Aires, Argentina
D.R.A.
