La hiedra de la vida me envolvió y ha cubierto mi vieja piel,
oscureció la luz de mis ventanas y ha endurecido mi corazón,
me ha dejado varios años sin ver el sol de tu sonrisa,
y llenó de frío mis noches sin el abrigo que nos da el amor...
Esa agonia lenta en medio de la soledad,
ha sido imposible de sobrellevar en la penumbra del hastío,
un espacio vacío y una rosa ya marchita,
y un dolor en el alma que de a poco se llena de nostalgia...
Una armadura oxidada por el paso del tiempo,
en una ciudad oscura donde ya no brilla el sol,
un molino de viento que siempre se pelea conmigo,
y un viejo caballo hambriento que ya no puede galopar...
Mi castillo de sueños se derrumbó sobre mi espalda,
dejándome inmóvil viendo como se me pasaba la vida...
el día que atravesaste esa puerta sin mirar atrás,
la pena contenida le dio paso a toda mi tristeza...
Ahogándome en esa pena me termine de marchitar,
al ver que mi Dulcinea no regresaba a mi comarca,
tapie las ventanas para que no entrará el sol,
y apague las luces esperando mi final...
La hiedra se hizo árbol y terminó tapando mi bosque,
el árbol tapo mi puerta y ya no quise salir,
me acurruque en el sofá al lado de la chimenea,
a esperarte Dulcinea porque la vida se nos va...
Eduardo Garrido
Buenos Aires
🇦🇷 Argentina 🇦🇷
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