Pepe camina por la estación de Glew,
junto a su bastón de caña que le regalo no sabe quien,
Pepe perdió su historia y no recuerda quien es,
solo lo atrae la magia del silbato de su amigo el tren...
Carga con muchos abriles en su haber,
pero tampoco sabe cuantos son,
solo recuerda en el fondo de su mente,
que una vez tuvo su amor en una estación...
En su juventud dia tras dia,
fue pasajero de las vias del eden,
y todas las tardes con su chambergo de ala ancha,
de punta en blanco tomaba el viejo tren...
Venia desde Constitución,
el viejo tren demoraba dos horas,
bajaba en Glew y bajo las arboledas,
caminaba tres cuadras hasta la Plaza Central...
Allí le esperaba paciente,
su eterna y dulce enamorada,
y el le traía de regalo en una ornamentada caja,
una majestuosa y pura orquídea blanca...
Tan blanca y pura como sus nobles sentimientos,
eran otras épocas y otra sociedad, con otros valores, con otro respeto,
todavía se usaba el usted y el galanteo era parte del ritual...
Pepe no recuerda el hoy,
y ya no conoce a la gente,
ni siquiera a quien fue su gran amor,
que para él hoy es una gran desconocida...
Y le cuenta así de sus orquídeas,
de sus paseos bajo la arboleda,
de sus historias de la plaza de Glew,
y de ese amor que llevara adentro mientras viva...
Quien lo escucha atentamente es el amor eterno de Pepe,
él no la conoce y no sabe quien es,
es la mujer que hace cuarenta años, pasea con Pepe por la plaza y la estación de Glew...
Eduardo Garrido
Buenos Aires, Argentina
D.R.A.
Dedicado a toda esa gente que esta transitando el degradante e implacable mal de Alzheimer...
