Estaba cansado, agotado,
después de tanto trajín era imprescindible parar y
tomarse un respiro despues de tantos meses de trabajo,
y nada mejor para ese fin de semana que planificar una escapada, unas mini vacaciones, un mini viaje, la excusa perfecta para reponerse...
El lugar daba igual, bastaba una tranquila y poco habitada playa, una habitación, un par de palmeras, y paz, mucha paz, era lo que estaba necesitando,
prepare mi bolso con un par de trapos y me fui a la terminal de micros a ver que destino podía encontrar, el dinero era mas bien escaso, pero tampoco influía demasiado, ya que en mi cabeza solo existía el deseo de ese viaje...
Cuando quise darme cuenta, ya estaba en la mitad del camino, y en un par de horas estaría en Aguas Verdes, con sus hermosas playas y mis tres o cuatro días de descanso, apenas llegué y bajé del micro, ya se sintió el olor del mar, el aire fresco que provenía desde la costa hacía mas placentera la caminata en busca de un lugar donde dormir...
Conseguí un hotel barato, total, solo iba a ir a dormir un rato por las noches, deje mis cosas, me cambié y fui directo a la playa convencido que serían los mejores días de mi vida. La playa no estaba lejos, solo a un par de cuadras, y allí me fui a comenzar con el descanso tan ansiado...
La brisa marina se sentía suave y fresca, el mar resplandeciente y el sol daba la temperatura justa al agua que iba y venía con su monótono oleaje de un día tranquilo. Comencé a caminar por la orilla del agua y la espuma hacia burbujas en la arena húmeda, la caminata estaba formidable, casi no había gente, y era lo mas cercano a un paraíso terrenal...
Fue entonces cuando la vi, recostada sobre una roca con su bikini turquesa, del mismo color del agua, parecía un trozo de mar sobre su cuerpo, esa imagen me flasheo la cabeza, imposible dejar de mirarla, imposible no sentir que una sirena había abandonado las aguas para asolearse en esa tranquila playa, y estaba delante mío... imposible dejar de mirarla porque su belleza hacia que todo lo demás no existiera...
Nos saludamos y conversamos un rato, lo linda que estaba la playa, el día tan hermoso y la tranquilidad que reinaba en el lugar, hasta que en un momento me dijo que debía irse, porque ya era el mediodía y sus padres la esperaban para almorzar, junto sus cosas y cubrió su cuerpo con una holgada camisola blanca, lo que hacia resaltar mucho mas aun su hermoso tono bronceado...
Al alejarse su fina figura, envuelta en los reflejos del sol me dejo la sensación de que se alejaba un ángel, un hermoso ángel que había bajado a la tierra a reponer fuerzas para seguir con sus tareas en el cielo cuidando de todo lo terrenal, incluyendo mi alma solitaria...
Los siguientes tres días, volví al lugar esperando encontrarla, pero nunca mas la volví a ver, lo que afirma mi teoría de que esa belleza no podía ser terrenal, no podía ser cierta, mis días de descanso terminaron y regrese a mi rutina diaria, recordando para siempre ese viaje que guardó en mi retina la maravillosa imagen de ese ángel veraniego que por unos instantes me hizo sentir muy bien...
A lo largo de los años he regresado muchas veces a esa playa, esperando encontrarla alguna vez, pero solo me ha quedado su recuerdo que ha marcado a fuego, ese verano y ese viaje como el sol ha tatuado nuestra piel...
Eduardo Garrido
Buenos Aires Argentina
D.R.A.
