En el Buenos Aires de las sombras y los sueños,
donde el tango y la poesía se entrelazan como telarañas,
hay almas apasionadas y corazones que laten con fuerza,
con los poetas de los zaguanes porteños,
que cantan sus versos con voz de trueno y alma de fuego...
Con palabras que son cuchillos que cortan el alma y la carne,
describen la vida de los marginados y los que viven en la calle,
de los que buscan un techo y un plato de comida,
de los que sueñan con un futuro mejor,
Con palabras que son cuchillos que cortan el alma y la carne,
describen la vida de los marginados y los que viven en la calle,
de los que buscan un techo y un plato de comida,
de los que sueñan con un futuro mejor,
pero se ven atrapados en la miseria...
Pero también le cantan a la belleza, a la pasión y al amor,
a la vida que late en cada rincón, en cada esquina y en cada puerta,
a la ciudad que nunca duerme, que siempre está en movimiento,
donde la música y la poesía son el alma que la hacen vivir...
Con sus voces roncas de noches de tabaco y vino,
los poetas de los zaguanes porteños le cantan a la vida,
a la vida que es dura y cruel pero también simple y hermosa,
y a esa vida que es el misterio de un enigma que nunca se resuelve...
Cuando dejan de cantar y se callan sus voces,
la ciudad sigue viva latiendo con toda su fuerza,
y es que en ese después algo ha cambiado y queda flotando en el aire,
porque la poesía de los poetas de los zaguanes es la que sigue viva...
En los zaguanes, en las esquinas, en los bares y en las calles,
su poesía sigue resonando y sigue siendo un canto a la vida,
un canto que es un grito, un susurro, un lamento y un himno,
un canto que es la voz de los viejos poetas de los zaguanes porteños...
Eduardo Garrido
Buenos Aires
🇦🇷 Argentina 🇦🇷
© 2025 Derechos
Reservados Autor
Pero también le cantan a la belleza, a la pasión y al amor,
a la vida que late en cada rincón, en cada esquina y en cada puerta,
a la ciudad que nunca duerme, que siempre está en movimiento,
donde la música y la poesía son el alma que la hacen vivir...
Con sus voces roncas de noches de tabaco y vino,
los poetas de los zaguanes porteños le cantan a la vida,
a la vida que es dura y cruel pero también simple y hermosa,
y a esa vida que es el misterio de un enigma que nunca se resuelve...
Cuando dejan de cantar y se callan sus voces,
la ciudad sigue viva latiendo con toda su fuerza,
y es que en ese después algo ha cambiado y queda flotando en el aire,
porque la poesía de los poetas de los zaguanes es la que sigue viva...
En los zaguanes, en las esquinas, en los bares y en las calles,
su poesía sigue resonando y sigue siendo un canto a la vida,
un canto que es un grito, un susurro, un lamento y un himno,
un canto que es la voz de los viejos poetas de los zaguanes porteños...
Eduardo Garrido
Buenos Aires
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