El duende del río,
me acerco hasta su magia,
hechizo mis silencios,
y evaporó mi soledad...
Caminando por el bosque,
vas flotando a mi lado,
te busco en algún árbol,
y apareces por acá...
Desatas mis cordones,
cambias de lugar mis cosas,
provocas mi sonrisa,
o mi enojo y te da igual...
Haces ruido cuando duermo,
me despiertas a destiempo,
y molestas a mi perro,
tan solo por molestar...
Duende del río,
pequeño travieso,
dulce compañía,
en mi paseo matinal...
Guías mis pasos,
me proteges del tiempo,
y ayudas a mis huesos,
en su lento traginar...
Pequeño duende,
amigo de este viejo,
gracias por ayudarme,
a transcurrir la soledad...
Gracias por acunar,
los recuerdos tan queridos,
y acompañar mis días,
desde tu dulce lugar...
Eduardo Garrido,
Buenos Aires, Argentina
D.R.A.
