Te viniste a acostar entrada la madrugada,
olías a tabaco y a perfume de Coco Chanel,
lucías tan cansada después de un día tan largo,
y los ojos hinchados de no parar de llorar...
Las manos te temblaban y no se si era de frío,
hacia varios días que no nos hablábamos ya,
el silencio es la peor tortura de todas las torturas,
y aflora en los momentos donde se quiebra el amor...
Te acostaste en silencio sin decir ni una palabra,
y el resto de la noche solo fue un monólogo del insomnio,
cuando amaneció el que sería el peor de nuestros días,
eramos casi dos extraños en una habitación de hotel...
Las vueltas de la vida y la vida de las vueltas,
un juego de palabras acomodadas al azar,
en los sueños contenidos en frascos de perfume,
como fragancias efímeras que nos perfuman y se van...
Te viniste a acostar y fue nuestra última noche,
el silencio y las lágrimas marcaron nuestro sonido del reloj,
y al amanecer cuándo despuntaba el alba,
ni siquiera un adiós se musito en nuestros labios...
La vida nos golpeó como tantas otras veces,
y ese amanecer marcó lo que iba a suceder,
un adiós irremediable forzando el último desencuentro,
un desencuentro esperado para no decir ni adiós...
Eduardo Garrido
Buenos Aires
🇦🇷 Argentina 🇦🇷
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