Una tarde, una flor, y una mañana,
y el rubor de tus mejillas sonrojadas,
le dan vida y picardía a esa mirada
con esos ojos como luceros del alba...
Y ha de ser por eso morena hermosa,
que tu mirar abre la tierna rosa,
y tu sonrisa dulce y reluciente,
le da color a esa mirada tenue...
Hoy pasaste por mi lado y me miraste,
y al ver tus ojos me corrió un no se que por la sangre,
y me da pena saber que tu no sabes,
que el amor que siento por ti es tan, tan grande...
Una tarde, una flor, y una mañana,
y el perfume de tu piel lleno mi alma,
me transporto hacia la cima de la esperanza,
en una tarde, con nuestra flor, para ser tu mañana...
Eduardo Garrido
Buenos Aires, Argentina
D.R.A.
