La casa por las noches a oscuras sollozaba,
como la eterna queja de un bandoneón herido,
mientras el alma de un fuelle se hacía añicos,
recordando las estrofas de ese tango con olor a traición...
Un tedioso suspiro acongojado soltó mi melancolía,
acompañando los vaivenes ciegos de tu misteriosa partida,
anegando mis ojos con ríos de lágrimas grises,
que este eterno suplicio no me dejaba acallar...
Le grite a la memoria obsesiva de mis pensamientos,
que abstractos e incoloros luchaban por no morir,
vi pasar un cometa opaco con su frack de cola gastado,
y un mundo que no conocía comenzó a despertar ante mi...
Me abdujo la sensación que genera el adiós,
como si mi cuerpo se partiera en mil pedazos,
casi como un vacío tántrico donde flotaba el corazón,
aferrado al alma para no dejar de latir su cruel desilusión...
El tango duele en las entrañas del alma,
sangra el dolor partido de sentir que ya no somos nada,
y sufre el desconsuelo que produce el abandono de la noche,
para parir todos los días a la percanta que se marcho...
Eduardo Garrido
Buenos Aires
🇦🇷 Argentina 🇦🇷
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