La lluvia que moja tu solitario corazón,
limpia las heridas que te sangran por dentro,
y la lluvia que se desliza por el cristal de tu ventana,
empaña tus cristalinos ojos y ya no puedes ver...
El sendero que se achica con el paso del tiempo,
y la lejanía de ese dolido corazón,
que congela las aguas azules y estancadas,
de la vertiente que brota de tu mar interior...
La aparente calma del temporal que te contiene,
nubla los sentidos vivos que aceleran tu alma,
y cierra las enormes cortinas de tus ventanas,
porque ya no quieres sufrir otra vez por un amor...
El amor se vuelve doloroso si se aleja demasiado,
y el hilo que nos une a la conciencia se pone tenso,
pero siempre después de la cerrada noche de una tempestad,
en el cielo azul de tu horizonte vuelve a brillar el sol...
Ese sol que alumbra y entibia tus mañanas,
con esa claridad que despeja todos tus fantasmas,
con esa calma donde perdemos la vista en el horizonte,
buscando la señal que nos acerque la esperanza...
Los pájaros trinan denuevo en sus nidos de septiembre,
las flores de otra primavera perfuman tu jardín,
las lluvias del invierno ya no azotan tu ventana,
y tu corazón renace esperando que llegue otro amor...
Eduardo Garrido
Buenos Aires
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