Has apagado mi sol con un plumazo,
y me fuiste quitando la vida de a pedazos,
has diluido mi tiempo en tu tormenta,
y cegaste mis ojos para que no te viera...
Te transformaste en mi enemiga,
después de ser la dulzura de mi amparo,
nunca dejaste que zozobrara mi barca,
para matarme luego con la indiferencia de tus encantos...
La venganza siempre tiene ese sabor amargo,
de sumo placer con gusto a rancio,
y es un placer que nos trae el dolor,
pero ese dolor también se perfuma de fracaso...
Un fracaso que debiera hacernos aprender,
que entregarse al otro no es solo cuestión de piel,
es ver la vida desde la misma ventana,
y encastrar las piezas del rompecabezas entre los dos...
En las relaciones cuando uno tira para adelante,
pero el otro tira para atrás,
la química de la vida se vuelve inestable,
y en esas condiciones la dinamita estalla...
Después del paso de la tormenta,
esperaremos que baje la marea,
para ver si hemos sobrevivido,
a la explosión de nuestras miserias escondidas...
Eduardo Garrido
Buenos Aires, Argentina
D.R.A.
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