03 noviembre 2024
VIEJO BARRIO DE MI INFANCIA...
Salí a caminar por el que fue mi viejo barrio, el barrio de mi niñez,
y de la que fue mi casa salía un aroma de caramelo,
sin dudas me llevo al aroma de aquel flan de vainilla hecho en casa,
como lo hacía mi abuela o como los hacía mi mamá...
Llegue a la esquina y creí ver el almacén de doña Irma,
di vuelta en la esquina y pasé por el que fue el kiosco de Quique y doña Elba y llegue hasta Magaldi buscando la panadería y la carnicería de don Prieto,
cosas que me llevó en la memoria de mi vieja Villa Libertad...
Libertad 2748 entre Almeyra y Posadas,
la tintorería, las dos plazas con sus hamacas y el tobogán,
frente a la placita el cine pegado a la heladería,
y la pizzeria al lado, no se podia pedir más...
La peluqueria de la Negra, el corralón de materiales,
la fábrica de baterias y el consultorio del doctor,
la bicicleteria de don Ricardo, la pensión frente a la plaza,
el taller de don Copola y enfrente de casa la jugueteria de la Ñata...
Que infancia tan feliz he tenido entre las escondidas y las rayuelas,
entre el ring raje y la bici, la pelota y la incipiente pubertad,
el despertar de la inocencia y los primeros cigarrillos a escondidas,
donde bailamos los primeros lentos y di el primer beso al pasar...
Infanta Isabel 445 entre José C. Paz y Libertad,
nueva etapa apenas a tres cuadras de mi infancia,
el quiosco de Mary y Oscar, el almacén de don Ramón, la Simbólica, la carpita,
fue mi otro lugar en el mundo donde termine de crecer...
Ahí dejé de ser un niño y la calle me enseño a los porrazos,
me converti en un hombre y sufrí el desengaño del primer amor,
que distinta era la vida, la gente y que distinto era este mundo,
si al fin era todo tan simple lo que nos daba la felicidad...
Que lejos ha quedado el Eymard, la Escuela 46 y toda esa gente que hoy ya no esta,
como cambio la fisonomía del barrio, la plaza, las calles, la avenida,
de los viejos vecinos que me vieron crecer ya no queda nadie,
si hasta el nombre le cambiaron y hoy se llama Billinghurst...
Cuanta nostalgia acumulada en el pecho que me cierra la garganta,
cierro los ojos y respiro profundo para no quebrarme,
pero sentado en un banco bajo los árboles de la plaza que camine tantas veces,
aunque ya tenga sesenta y un pirulos no tuve vergüenza de ponerme a llorar...
Eduardo Garrido
Buenos Aires
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